Los rosales gustan de riegos frecuentes y de corta duración, evitando a toda costa los encharcamientos. Al mismo tiempo un riego escaso produce brotaciones menos vigorosas, disminución del área foliar, aumento de posibles desequilibrios nutricionales y problemas por exceso de sales, por el contrario el exceso de riego, provoca clorosis y caída de las hojas.
- Debido a la profundidad de sus raíces, los rosales adultos no reclaman riegos más que en periodos secos y temperaturas altas extremas.
- Los riegos deben efectuarse a pie del rosal, ya sea con una regadera o con una manguera desprovista del surtidor y dejándola libre en el suelo.
- A finales de junio o principios de julio, se aconseja aprovechar uno de estos riegos para utilizar un buen abono soluble. Se podrá disolver en la regadera o extenderlo en la cubeta de inmersión; pero tanto en un caso como en otro, deberá mojarse el suelo antes con agua solamente.
- Es muy aconsejable el riego por goteo, ya que así nos aseguramos que los rosales reciben un riego adecuado durante todo el crecimiento vegetativo, sin caer en el exceso o escasez de agua, ya que pueden ser perjudiciales. Hay que evitar a toda costa los encharcamientos.
- No es aconsejable el riego por aspersión, así evitaremos la proliferación de hongos en tronco, tallos y hojas, por estar constantemente expuestos a la humedad y en contacto con el agua.